La necesidad de incorporar buenas prácticas éticas en nuestro entorno laboral es una demanda cada vez más urgente: basta con advertir cómo evolucionan la sociedad y la tecnología, o lo que impone la actualidad diaria. Al mismo tiempo, esa buena voluntad necesita plasmarse en criterios y herramientas prácticas que orienten las agendas, que clarifiquen los conflictos e intereses y que nos den cobertura para tomar decisiones justas.